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Joan Margarit: “Si quieres tener una buena senectud, has de haber tenido una buena madurez”
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Joan Margarit: “Si quieres tener una buena senectud, has de haber tenido una buena madurez”
ACEC  18/1/2021



N os recibe en su casa, en Sant Just Desvern, rebosando amabilidad. Es un espacio muy ordenado, con un patio donde un ciprés majestuoso se eleva buscando la luz. Las repisas de libros están protegidas con cristales correderos. En las paredes, entre cuadros y piezas artísticas, está el exlibris que le dibujó su amigo Subirachs, un compás y una pluma, la arquitectura y la escritura. Es Joan Margarit (Sanaüja, 1938), el último premio Cervantes.

¿Cómo ha pasado este año pandémico?
Me han dado nueve sesiones de quimio y me tenían que hacer tres más, pero no ha funcionado. Ahora no saben qué más hacerme y de momento me han dado vacaciones hasta finales de enero. La vida hace dos millones de años que se está montando, y está muy bien montada. Una cosa es entender y la otra comprender. Hay cosas que mucha gente las entiende desde los treinta años hasta el final; las entiende, pero no las comprende. Si a los treinta comprendieran las cosas que comprendemos a los ochenta, ahora no abrirían los supermercados. Por lo tanto, cuando tú ya has comprendido tu existencia, puedes decir lo que piensas, pero tampoco te hacen mucho caso.

¿Cómo vive esta incertidumbre vital?
Después de nueve sesiones que no me curan el linfoma, la incertidumbre que tienes no es la misma a mi edad que de joven. Si tú tienes los problemas a cada edad... A los ochenta ya sabes que se va acabando. Hay momentos que tienes más ganas de acabar que nada, y otros que te haría más ilusión continuar, pero siempre apaciguado. Eh, y si has llegado leído, porque, si no, tendrás las mismas inquietudes de cuando eras joven. La vida no te da regalos. Pero a los ochenta años tienes muchas ventajas ante un problema serio de final, si llegas leído, si llegas pensado, si has comprendido de qué va. Ahora bien, si no eres más que un viejo idiota...

¿La vida no regala nada?
La vida no regala nada y no se puede volver atrás. Está hecha de cosas casuales que a veces las aciertas y a veces no. Si tú no has reflexionado lo bastante ante un hecho, luego ya no estás a tiempo. A mí me sorprende mucho la gente que no tiene ninguna curiosidad. Si quieres tener una buena senectud, has de haber tenido una buena madurez.

¿Ha averiguado de qué va la vida?
De qué va, no lo sé. Nuestra inteligencia no da para más. Nuestro recorrido es este y tú, para sacarle provecho, tienes que estar abierto a partir del comienzo. Tienes que tener suerte también con la infancia, porque se aprenden muchas cosas. En este sentido, yo empecé muy bien. Después de la guerra, mis padres lo pasaban mal. Fui muy poco a la escuela y estuve muy solo, entre los seis y los diez años. Vivía en Girona y me hartaba de dar vueltas a solas; fue una escuela fantástica de la soledad y más tarde salió el poeta.

¿Cómo ha vivido estos meses con la enfermedad?
He tenido dos vidas. Hubo un comienzo muy duro, en marzo, porque me descubrieron el linfoma y no me dejaron ir al hospital a hacer la biopsia. Me pasé el primer mes curándome un cáncer con aspirinas. Y he tenido dos vidas pegadas. Como del bigote para arriba la cosa funcionaba, he escrito un libro nuevo de poemas que creo que es el mejor que he escrito nunca. Soy una persona de cuatro riesgos: quimioterapia, cáncer, edad y coronavirus, y los médicos me dicen que me tengo que confinar al máximo. Por la mañana salgo a dar una vuelta procurando no encontrarme con mucha gente y después, confinado. Desde muy joven, me ha gustado estar confinado, pero no me han dejado nunca. Ahora, poder hacerlo al lado de la persona que hemos vivido juntos los últimos 60 años, Mariona, la Raquel de mis poemas, ha sido fantástico. Pero lo he tenido que hacer pegado a una quimioterapia y un linfoma que no han sabido curar, y eso de fantástico no tiene nada. Pero a cierta edad, estas cosas son menos graves.

¿Cómo se llama este nuevo libro?
Animal de bosc. Más de setenta poemas. Lo daré a finales de febrero a Proa y a Visor. He quedado con mi amigo Luis García Montero, que también tiene un libro a punto, para sacarlos juntos. Me gustaría que fuera uno de los primeros de la libertad que vendrá después del confinamiento.

¿Por qué cree que es el mejor?
Porque soy perro viejo y a penas empiezo a saber. Por lo que veo, es un libro que tiene más interés que otros. Si no es el mejor, es uno de los mejores.

Uno de los poemas es el que nos ha recitado: En torno de Babel. Habla de la maldición de las lenguas y cuestiona la lengua materna.
Critico estar orgulloso de la lengua materna. ¿Qué mérito tengo yo de mi lengua materna?

Pero empezó a escribir en castellano hasta que se percató de que necesitaba hacerlo en catalán, su lengua materna.
Sí, claro, pero al respecto no hay bibliografía. Empecé escribiendo en la única lengua con la que no cometía faltas de ortografía, porque nací durante la guerra y mis padres vivían en un clima de miedo. Pero me doy cuenta de que huelo un poema, pero cuando me pongo a escribirlo, ya no es aquel poema. Voy haciendo libros en castellano, pero eso no es lo que quería escribir. Entonces empezó una amistad con Martí i Pol y un día él, de repente, me dijo que por qué no escribía en catalán. Aquello me iluminó: ¿a ver si va a ser eso? Pasé revista a todos los poetas del canon y a los que yo admiraba, y todos habían escrito en su lengua materna. La única excepción son los poemas franceses de Rilke, que no valen nada comparados con los alemanes. La poesía puede acabar en otra lengua, pero la primera tiene que estar en una sola lengua.

En su obra completa esa primera etapa queda reducida.
De los cuatro libros en castellano y de los diez primeros en catalán queda Restes d’aquell naufragi, porque los primeros en catalán tienen un exceso de entusiasmo, por haber encontrado la solución del problema. A mí me ha costado. Pero entonces no quise renunciar al castellano, que es lo único bueno que nos dio Franco.

Y ahora ya no quiere hablar de política. ¿Y de premios como el Cervantes?
A mis ochenta años, debo estar por las cosas serias de mi vida, tengo que hacer una selección de temas importante. Agradezco los premios, porque soy una persona educada. Ahora bien, que una persona venga desde Madrid solo para darme el premio, eso aquí no me lo han hecho nunca. Nadie me ha de decir lo que tengo que hacer, que es un deporte muy practicado.

Hacia el año 2000 hay otro punto de inflexión, cuando su hija Joana enferma y muere. De ahí salió el libro Joana (2002).
En aquel momento, un día que estaba solo en casa cuidando a Joana que estaba durmiendo, le dije a la poesía: Ya sé que no se debe escribir en caliente. Cuando hay un tema que te quema, tienes que esperar que se enfríe. Pero si ahora no me ayudas a escribir este libro, no vuelvo a escribir en mi vida. Me lancé e hice uno de los libros que prefiero.

Antes del confinamiento publicó las memorias de infancia y juventud, Per tenir casa cal guanyar la guerra (Proa/Austral) y las reflexiones sobre la poesía que reunió en Poètica (Empúries/Arpa). ¿Va cerrando etapas?
Sí, claro. El tiempo dentro de la existencia no es una pendiente uniforme. El tiempo real, si existe, sí lo es, pero el nuestro más bien se parece a un escalonado irregular.
¿No tiene nada que ver con lo que habría hecho un arquitecto?
Vete a saber. La arquitectura es el oficio más viejo junto con la medicina. En el código de Hammurabi, hay dos oficios: el que cuida la salud y el que levanta las casas. Y dice que si la casa cae y mata a la mujer del dueño, se matará a la mujer del arquitecto. Es lo de ojo por ojo, diente por diente. La poesía, también. He escrito muchos poemas sobre los orígenes, sobre aquel personaje que dibuja en la pared de la caverna, y aún no se ha inventado la casa.

¿El pintor de la caverna era poeta?
Sí, porque descubrió que podía contar cosas que con gestos y palabras no podía explicar. Y empieza la Ilíada, que cuenta cosas que la prosa no podía explicar. Y al mismo tiempo nace la música. ¿De qué va este poema? No se puede explicar en prosa, igual que la música. Con la edad, se acaba antes la prosa que la poesía.
¿No le interesa la prosa?
Hay prosa buena que dice más que la poesía mala. Pero el poema tiene una característica: si lo has leído veinte veces en tu vida, has leído veinte poemas distintos, con una fuerza que no tiene la prosa. Igual que el concierto de violín de Chaikovski. Con una novela no lo puedes hacer. Me interesan las artes que son tan potentes que no te las acabas nunca.
Qué es lo que más le gusta hacer ahora, ¿leer poesía, prosa, escuchar música, mirar series de moda?
Básicamente lo que hago es escribir. También releo un poco, sobre todo poemas. Y escuchar música, música clásica: Bach, Beethoven, Haydn. Me molesta un poco el romanticismo, porque esconde una mentira muy seria: belleza no quiere decir verdad. Una cosa puede ser muy bella y no ser verdad. Y donde hay verdad no siempre hay belleza. Este es el engaño romántico. La verdad es lo único que nos salva.

Magí Camps
La Vanguardia




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