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andom House publica ‘La mordida’, una novela inédita del autor de ‘Bajo el volcán’, de aires autobiográficos, que podía haber marcado su resurgimiento literario
Solo por la descripción de Cuernavaca el dos de noviembre de 1939, en la novela Bajo el volcán, Malcolm Lowry ya habría pasado a la historia de la literatura. Con dos novelas publicadas en vida, el escritor británico ha representado los límites de la ruptura, el recorrido que proyecta el alcohol, el mezcal y el tequila entre la vida y la literatura en un viaje sin retorno. La manera de escribir y la firme devoción a la literatura condicionan todo el espectro de sus obras. De hecho su vida ya se transformó cuando renunció a continuar los negocios familiares para recluirse entre el alcohol y la creatividad en una dualidad casi mística.
Lowry es un mito romántico de una manera de crear hasta la destrucción. También de recrearlo y enfocarlo hacia el futuro, donde sin duda permanecerá. El británico es un escritor que ha creado un proselitismo continuador de la línea de los simbolistas franceses y que conecta con los beatniks norteamericanos sin remisión. De hecho, tras las añoradas traducciones hispanoamericanas, Bruguera se decidió a verter en su flamante colección de narrativa Bajo el volcán y otras de sus novelas en bolsillo, por ejemplo la extraordinaria Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, en 1981.
Después, Tusquets Editores recogió el legado y nos ha ido ofreciendo todas las obras de Lowry, así como lo hizo Visor con su poesía, Malpaso con la inédita Rumbo al Mar Blanco y ahora Random House con La mordida, otro inédito de tema mejicano, en que explica las vicisitudes de su regreso a México, concretamente a Acapulco, con su nueva mujer, procedentes de Canadá. Novela hasta cierto punto autobiográfica, La mordida plantea un retorno a la inspiración que le llevó a alcanzar Bajo el volcán. Inacabada, pero con muchos capítulos que contienen el mejor Lowry, la edición llega impecable a cargo de Patrick A. McCarthy y con una traducción de Maria Vinós que consigue “una intervención lo menos violenta, lo más parecida al efecto que tiene la aparición de una lengua ajena a la del lector en el original”. Vinós –como los buenos árbitros deportivos– desaparece y el texto fluye entre los paréntesis que el editor McCarthy introduce para referirse a la procedencia, ya sea una libreta, unas notas del autor o un capítulo mecanografiado. ¿Se podría decir que es una novela para filólogos? Sí, pero hay capítulos completos acabados o muy perfilados en que el genio de Lowry aparece en todo su esplendor.
Además, La mordida, a diferencia de Bajo el volcán y otras narraciones alucinadas de Lowry, está más centrada en el vía crucis burocrático –de donde surge el título– que le impide instalarse cómodamente y se ve continuamente amenazado de expulsión. Lowry viajó a México en octubre de 1936 y permaneció allí dos años. El segundo intento fue en 1945 con el objetivo de expandir su inspiración a Oscuro como la tumba donde yace mi amigo y a esta La mordida, que mantiene muchas afinidades con sus obras anteriores, desde personajes a recuerdos como el asesinato a tiros de su amigo Juan Fernando en una timba de cantina. ⁄ La manera de escribir y la firme devoción a la literatura condicionan todo el espectro de sus obras En la novela hay de todo, desde descensos a los infiernos, como solo él los consigue, hasta los ejercicios de flujo de consciencia, que resultan menos empalagosos que muchos de sus compatriotas británicos, incluido Joyce, que también aparece reflejado. De hecho, Oscuro... y La mordida, según nos cuenta el editor, tenían que formar parte del díptico El viaje que nunca termina, que quedó en suspenso por la muerte del escritor a los cuarenta y ocho años. La importancia de estos textos se sitúa, a mi modo de ver, por encima de Bajo el volcán, tanto por la ambición como porque “la cuestión central es la posibilidad de redimir su vida mediante la transformación de sus experiencias en una obra de arte”, tal como sintetiza Patrick A. McCarthy. El renacimiento del protagonista Sigbjon –fundamental en diferentes obras del británico– es una de las conclusiones de una obra que tenía que hacer resurgir al mismo Lowry de las cenizas del alcohol donde hizo combustión su vida. Un autor influyente entre nosotros Nada permanecería igual tras la irrupción de Lowry en nuestro panorama. Algunos de los escritores más brillantes de la época, entre otros José Carlos Cataño y Albert Compte, no pudieron substraerse a la magia del escritor alcohólico y lo imitaron en vida y obra, incluso en la adopción de la cábala como había hecho Salvador Espriu. Las dos revistas literarias más influyentes de los ochenta, Camp de l’Arpa y Quimera, le dedicaron portadas. La primera en noviembre de 1981 y la segunda dos oberturas, una monográfica, que causó sensación. O la adaptación cinematográfica de John Houston en 1984, con un Albert Finney soberbio.
David Castillo - La Vanguardia
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