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Nathalie‐Noëlle Rimlinger comenta 'El Adiós', de Josep Anton Soldevila
18/5/2012


Comentari sobre el poema El Adiós, de Le Livre des Adieux, de Josep Anton Soldevila, que l'escriptora i artista plàstica Nathalie‐Noëlle Rimlinger va fer amb motiu de la presentació d'aquesta obra a París, el 2011. Anaïs Ziane ha traduït el text del francès.


El aspecto más importante de los que trata este libro es la crisis humana. La crisis violenta, implacable, que supone la separación definitiva de nuestra otra mitad hasta el adiós. Empieza desde ese instante un descenso hacia las profundidades de uno mismo, semejante al viaje hacia el infierno que realiza Dante en su Divina Comedia.

Pero no sólo me sugirió a Dante esta lectura, también pensé en Franz Litz, el músico, quién después de un largo e intenso camino de creación, en su madurez sintió la necesidad de escribir Les années de pèlerinage, una travesía por los espacios interiores a partir del amor que Dante, Petrarca, le inspiraron. Y el mismo texto de Dante también está en el origen de un poema de Victor Hugo, como si estos artistas –y todos los hombres–  encontraran en la crisis una búsqueda de ellos mismos y de la verdad.

Si estas referencias literarias a las que aludo son clásicas, es que el tema abordado por Soldevila está cosido a la experiencia humana desde que el hombre es hombre; una experiencia siempre renovada que señala un recorrido que hay que cumplir cuando un trabajo del alma tiene que realizarse, como si ésta, en un momento dado, necesitara desprenderse de una parte de si misma.

Etapas dolorosas, inaceptables, experimentadas como injustas. Las de una mirada que hay que descubrir, que es necesario distinguir del amor pasión, del amor carnal, del amor del enamorado, a través de la cual el autor constata que, si bien es indispensable para el hombre amar, existe algo en ese amor que se percibe como una pérdida, que le hace sentirse solo, vulnerable,  exiliado… Sí, el amor se transforma en pérdida, y el otro, a quien tan perfectamente se había  revelado el secreto de la intimidad, esa que creíamos eterna, sufre la suerte de ser rechazado por el alejamiento. Y como siempre, nos preguntamos quién deja al otro.
El poema l’Adieu, de “Le Livre des Adieux”, este libro sobre la crisis, se compone de tres partes:

-    Primero, el Dolor
-    La Decisión
-    El Exilio

Antes he evocado la Divina Comedia ya que el poema, del mismo modo que ésta, emprende un viaje donde, a través de círculos concéntricos, trata de penetrar en el infierno, de atravesar el purgatorio. Y ese es efectivamente el  trayecto que emprende nuestro autor, alejándose, caminando sin tregua y sin piedad mientras constata sus transformaciones, pero sin esperanza de luz ni resplandor de paraíso. Sin perdonarse ni un solo instante, ni tampoco al otro. Camino sin vuelta, donde el adiós resuena sin embargo como una llamada de socorro deslizada insistentemente en dirección al otro, testigo del vértigo iniciado, del fuego de una pasión que se golpea a si misma, de una desesperación que  se precipita hacia lo peor.

Para no citar versos del poeta, ya que ustedes le van a escuchar profusamente, voy a leerles  un texto de Víctor Hugo, dos líneas de Dante, y después un soneto de Petrarca al objeto de ilustrar mi propósito… pero antes, quisiera detenerme un instante en el estilo de Soldevila, hecho de imágenes de una increíble fuerza de evocación, penetrantes por su precisión llena de universalidad, en este texto desarrollado como un monólogo. Y decir que aquí que en esta escritura tejida de imágenes, encuentro mucha ternura y aún amor. Imágenes que saben conmovernos porque están dentro de todos nosotros y que se encadenan con la evidencia de la sutileza. Podemos saludar la estética fina del poeta, Soldevila, virtuoso, y colocarle entre los  más grandes. De esta ternura discreta, teñida de infancia sumergida en el sueño, emergemos en la edad adulta con un destino común a todos: tener que perder la visión de un amor inmutable, ya que el paraíso queda atrás; pero tal vez pueda recobrarse cuando la tiranía del amor totalitario y fusional de la infancia se disuelva para dar paso a lo desconocido.

Victor Hugo a propósito de Dante
« Quand le poète peint l’enfer,
Il peint sa vie.
Là sont les visions, les rêves, les chimères,
Les yeux que la douleur change en source amère
Puis la pâle misère au sourire appauvri,
L’ambition, l’orgueil de soi‐même nourri
Et la luxure immonde et l’avarice infâme,
Tous les manteaux de plomb dont on peut se charger l’âme.
Et puis plus bas encore et tout au fond du gouffre,
Le masque grimaçant de la haine qui soufre. »

De Dantes, dos líneas
« L’amour, couple enlacé, triste et toujours brûlant ».
Plus loin : « Abandonnez toute espérance. »

Ahora, un soneto de Pétrarca, poeta italiano del siglo 14
« Je ne puis trouver la paix
Et je n’ai pas de quoi faire la guerre
Et je crains et j’espère
Et je brûle et je suis de glace
Et je vole au‐dessus du ciel
Et je rampe sur la terre
Et je ne saisis rien
Et j’embrasse le monde entier.
Quelqu’un m’a mis dans une prison
Qu’il ne m’ouvre, ni ne me ferme
Et sans me retenir pour sien,
Il ne détache pas mes liens
Et amour ne me tue pas
Ni ne m’ôte mes fers
Et il ne me veut pas vivant
Et il ne me tire pas d’embarras.
Je vois sans yeux, je n’ai pas de langue
Et je crie et je désire mourir
Et je demande secours
Et je me hais moi‐même
Et j’aime autrui.
Je me repais de douleur 
en pleurant je ris également
Me déplaisant la mort et la vie
Voilà mes tares, madame,
Où par vous je me trouve. »

Nathalie‐Noëlle Rimlinger

   
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