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DARSE DE ALTA
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Patricia Almarcegui:
ACEC  20/9/2022



P atricia Almarcegui (Zaragoza, 1969) participa el martes 20 de septiembre en el ciclo 'Conversaciones en la Aljafería', que coordina el poeta y técnico cultural Fernando Sanmartín. La escritora, viajera y estudiosa del Islam conversa, a las 19.30, con el poeta David Mayor y la profesora y especialista en crónica periodística María Angulo. 
Así, de entrada, ¿qué le dice la Aljafería? ¿Forma parte de sus recuerdos de niña, impulsó de algún modo tu pasión por el Islam?
Sí, sin duda. Es un referente y también ha ido conformando mi imaginario. Recuerdo que pasaba por delante de vuelta a casa cuando hacía ballet, era de noche y la Torre del Trovador estaba iluminada. Y esa joya que es el mudéjar aragonés, el ladrillo hecho decoración y la decoración hecha arquitectura. Quizás esos referentes me han hecho sentir menos lejano a Oriente. Hablo de ello en ‘Una viajera por Asia Central’, de la relación, por ejemplo, entre el mausoleo Samani de Bujara con Zaragoza y mi infancia.
“Viajar para mí ha sido mirar por la ventanilla de niña”, dijo una vez. ¿Dónde iba, cómo recorrían Aragón en familia?
Íbamos por todo los sitios y en coche. Lástima no haber escrito también unos diarios de esos viajes. Por ejemplo, el románico del Serrablo, cuyos nombres aún recuerdo, Lárrede, Serós, el Maestrazgo, las caminatas por el Valle de Benasque, Loarre, la laguna de Gallocanta, el galacho de Juslibol (que había que bajar de la bicicleta), paseos siguiendo el Canal Imperial de Aragón, las puestas de sol de la Sotonera y la manzanilla de Montmesa, cruzar el Ebro en Escatrón. A veces había sitios que no encontrábamos, la ínsula Barataria del Quijote o las ruinas de Azaila.
Sus padres eran especiales: sensibles, amaban Aragón y sus nombres. ¿Cómo la marcaron?
Imagínese. ¡Mis padres! Cómo habrían disfrutado sabiendo de mi conversación en La Aljafería. Son dos referentes, he admirado a mi padre en unas cosas y en otras a mi madre. Eran viajeros, de coche y por el país, así que una parte de mi forma de mirar y quizás de mi curiosidad se la debo a ellos. También la biblioteca de casa, donde encontré las cosas que buscaba y las que me decían en el colegio y la carrera. Pero también la posibilidad de hacer lo que deseé en el ámbito educativo y profesional. Sí, he sido una privilegiada. Ahora me reconozco cada vez más en mi madre, las manos, la tierra, el jardín, el silencio, ese dejar hacer…
Pronto aparece el baile. ¿Cuándo mira hacia atrás, con qué recuerdos se queda?
Recuerdos riquísimos. Privilegiados posiblemente en una mujer y en aquellos años. Haber sido bailarina y haber tenido un sueldo desde los 16 años. Amistad, viajes, sexualidades diferentes, una relación con el cuerpo estrecha, relaciones con profesores y compañeros de todo el mundo. Fue una de mis educaciones sentimentales principales, sin duda.
Pronto empezaron sus éxodos por la danza. Probó fortuna en Roma y Florencia… ¿Cómo se vive y qué se aprende tan lejos de casa en una disciplina bella, sí, pero exigente?
Pues fueron también años de dudas, dolor y soledad. Entonces no se solía contar a la familia (era una adolescente) o al menos yo no lo hice, cómo se sentía una. Y ese miedo a fallar, a confundirse. Hay tantas historias. Actuar en la RAI recién llegada a Roma en la entrega de los Premios de Cine Fiuggi con Sophia Loren o John Ford, no saber cómo situarme con el director de la compañía…
Ahora que han pasado tantos años, y que es escritora. ¿Cómo define la danza?
La danza ha sido importantísima y eso tiene que ver también con Zaragoza. Ha educado mi oído y mi cuerpo, es decir mi percepción y sensibilidad. Dicen que este está muy presente en mi escritura (el deseo, la forma de percibir el mundo y el espacio) y el oído. Al mundo hay que escucharlo y trasladar ojalá esa poética a la escritura.
¿Por qué el paisaje acaba marcando su vida? ¿Se elige la condición de viajera y de escritora de viajes o se impone?
Ahora me interesa más la naturaleza que el paisaje. No sé supongo que es porque representa lo opuesto al ser cultural o intelectivo. La tierra. Los colores, la luz, los elementos, el paso del tiempo. A la naturaleza siempre le está sucediendo algo y responde con acción. Sí, la condición de viajera se impone. Tiene que ver con la curiosidad y con la posibilidad de conocer el mundo en ‘tiempo real’. Soy nerviosa por naturaleza y ansiosa por cultura, y me siento algo así como de viaje permanente.
Ha recorrido muchos lugares y, entre otras cosas, se ha especializado en el Islam. ¿Qué tópicos debiéramos quitarnos de la cabeza?
Pues la mayor parte que se han ido fijando desde el siglo VIII y que se repiten sin ningún cuestionamiento. La ignorancia, el fanatismo, el machismo, la barbarie, la pereza, la incapacidad para gobernar democráticamente…
Ha trabajado mucho la presencia de la poesía y la narración oral en Oriente, sobre todo en Irán. ¿Es la herencia de ‘Las Mil y una noches’, es una manifestación de una sensibilidad intensa?
‘Las Mil y una noches’ que llegan a nosotros es una selección de textos de un europeo del XVIII que hace en función de lo que cree espera un francés e inglés de Oriente. No sé si es una sensibilidad más intensa que otras, sí que es otra sensibilidad de muchas y que, cuanto más se estudian, más se ve que no están formadas por una única tradición. Dice Fouchecour, el gran especialista francés sobre el poeta Hafez y los hafezistas iraníes, que en Oriente se ama más la vegetación porque es un país muy seco y hay que imaginarla y cuando se imagina se desea mas. No sé quizás pasa también con los paisajes que rodean Zaragoza.
¿Se podría, de algún modo, lograr que la mujer tenga el lugar que le corresponde en la sociedad islámica, con libertad e igualdad?
Lo primero que habría que interrogar es si existe o no una sociedad islámica. La mujer tiene su papel en los países de mayoría musulmana, donde hay que fijarse es en sus constituciones y políticas. ¿Hay una paridad, una igualdad, los mismos derechos? Espero que pronto los haya, tanto en Oriente como en Occidente. Los problemas más graves siguen siendo el patriarcado y la misoginia y no así la religión. Que la mujer sea considerada persona no debería basarse ni en la raza ni en la religión.
¿Cuál es su compromiso con la sociedad como estudiosa del Islam, debe alertarnos de algo?
Tengo un compromiso permanente y me alegro de que además cada vez haya más espacios e invitaciones para hablar del tema. He hecho exposiciones sobre ello, conversé con Orham Pamuk sobre la dicotomía falaz de Oriente/Occidente con motivo de su última novela en Madrid y ahora me han invitado a un proyecto muy interesante para ver Persépolis de Satrapi con alumnos de la ESO en varias ciudades. Rápidamente, se suele confundir el hecho religioso con lo que son problemas políticos y sociales. También se puede aproximar a la civilización islámica a partir de un análisis que tenga que ver más con la sensibilidad, dejar de ser menos crítico, y buscar la belleza de hechos y cultura.
Ha escrito un poco de todo: de arte y viaje, en la novela de Lady Montagu e Ingres. Y ahí se atrevió a juntar a dos personajes que nunca se cruzaron. ¿Puede hacerlo todo un escritor, es, en el fondo, un hijo de su ilimitada imaginación?
Sí, los resortes de la literatura y el arte son infinitos y están allí para la ilimitada imaginación. Lo interesante para mí es saber por qué los usas, qué quieres conseguir con las herramientas que eliges. Una figura como la elipsis, un espacio en blanco en la página o un punto y aparte son elementos de sentido, y pueden crear clímax, drama o imágenes.
Ha contado muchas historias de viajes y viajeros célebres, de modo oblicuo ha hecho su autobiografía como bailarina, ha redactado sus diarios japoneses… En todo ese ir y venir, ¿qué lugar ocupa Zaragoza, se cariña en algún momento?
Sí, claro y más tal y como pasa la vida. Reconciliarte con tu memoria y pasado es hacerlo con tu ciudad. El tiempo llena de memorias, recuerdos y deseos a Zaragoza. Amo y admiro a la ciudad y sus gentes. En los últimos diez años, que son los que me he centrado profesionalmente en la escritura, ha sido un redescubrimiento. Hay unos ensayistas, novelistas y poetas de referencia. Y se podría reflexionar sobre ello, en qué contexto han surgido y por qué.
Una mujer que viaja tanto, ¿cómo se siente en una isla como Menorca?
Me sigo sintiendo muy a gusto y segura. Es un privilegio haber podido elegir el lugar dónde vivir. Y es Ciudadela en Menorca, después de ir de aquí para allá. Es otro tipo de belleza y tiene que ver con el mediterráneo al que íbamos algunos de pequeños, casi en línea recta con Zaragoza. Vivir en Menorca es un viaje. Es más pequeña y por eso todo parece más lejano. La diversidad geográfica es grande. El mar, el agua es importante para mí, los colores, las marinas, el baño. Vivo desde hace nueve años en un huerto con energía solar y pozo de agua. Hay que dedicarle un tiempo al día. En Zaragoza viví un tiempo en el campo por Garrapinillos.
En todos sus libros hay una defensa absoluta de la cultura. ¿Cómo se logra sentir el mundo con la punta de los dedos?
Sí, la cultura como posibilidad de creación de belleza pero también como conjunto de patrones e ideologías. Se consigue parando, en silencio, esperando y escuchando. En esta profesión, somos seres culturales y por ende ansiosos y sedientos de cultura. Hay que intentar buscar una voz propia, cierta libertad interior, crear contextos más luminosos...
Cuando una se mueve en tantos frentes, ¿cómo elige qué quiere o qué debe escribir?
Sí, mi ámbito ha sido el del comparativismo. Leyendo mucho. Atendiendo a otras disciplinas (curioso que muchos de los escritores que nos interesan hoy proceden o tienen que ver con el mundo artístico). Buscando posibilidades de estructuras literarias y lenguajes en otros lugares y fuera de la escritura. Construyendo alternativas. Parando, escuchando, dejando que las cosas sucedan. El mundo está en constante reescritura. 




Antón Castro - El Heraldo




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