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Las mujeres hemos cambiado las reglas del mercado simplemente funcionando como consumidoras
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Las mujeres hemos cambiado las reglas del mercado simplemente funcionando como consumidoras
  2/10/2025



¿ Qué papel juega la literatura para las mujeres, a lo largo de la historia, a la hora de encontrar un espacio propio? ¿Y qué impacto tiene que sus historias permanezcan, a menudo, invisibles en el canon literario? Con estas preguntas y con el Festival de las Ideas de fondo, la escritora y crítica literaria Anna Caballé reflexiona sobre cómo el mercado editorial ha evolucionado gracias al poder de las lectoras y la necesidad de reescribir la historia de la literatura para integrar a las mujeres y no solo añadirlas.


Has dedicado gran parte de tu trayectoria a recuperar las historias de mujeres invisibilizadas. ¿Qué te ha enseñado ese trabajo sobre la forma en que la literatura ha tratado a las autoras a lo largo del tiempo?

En la historia de la literatura, durante muchísimo tiempo, en fin, las mujeres han sido un vacío. Han sido lo que faltaba en la fotografía. Este interés por las escritoras invisibilizadas surgió a raíz de un libro, Mi vida es mía, donde me di cuenta de la insatisfacción femenina, de la cantidad de autobiografías de mujeres planteando su insatisfacción, su falta de espacio en el mundo, de no haber encontrado un espacio propio. Y a partir de ahí empecé a pensar, en la universidad, en la carrera, ¿qué escritoras he estudiado? Me di cuenta de pronto, me enfrenté al vacío.

A lo largo de mi trayectoria he aprendido muchísimo. En primer lugar, me he reconocido a mí misma, que es una cosa a la que yo creo que las mujeres, sobre todo de nuestra generación y las anteriores, nos ha afectado. La falta de reconocimiento, de tener, por ejemplo, referentes. Los hombres han tenido referentes en todos los ámbitos a lo largo del tiempo y se ha construido una cadena de conocimiento que ha conducido hasta ahora. Las mujeres no.

Y sobre todo, he aprendido a la necesidad de reubicar el conocimiento en función del tiempo. Es decir, que así como cuando yo estudiaba me parecía que los saberes eran inamovibles, después he comprendido que no, que realmente cada época tiene su derecho a revisar el pasado, a reinterpretarlo, nunca a cancelarlo. Yo estoy en contra de la cultura de la cancelación, porque si cancelamos el pasado, entonces, ¿qué sentido tendría el feminismo, por ejemplo? ¿Qué estaríamos reivindicando en el pasado?

«Cada época tiene su derecho a revisar el pasado, a reinterpretarlo, nunca a cancelarlo»

En Íntima Atlántida. Vida de Rosa Chacel cuentas la vida de una escritora que tuvo que abrirse camino en circunstancias difíciles. ¿Qué rasgos de su experiencia te parecen más reveladores para entender las circunstancias de una mujer escritora de su época?

En Rosa Chacel es muy interesante porque convergen, diríamos, dos aspectos que son muy distintos. Por una parte es una mujer que tiene que luchar en su tiempo frente a una supremacía intelectual masculina que se lo pone todo muy difícil. Ella habla con mucho pesar y con mucho resentimiento cuando escribe en los años 60 sobre Ortega, recordando las tertulias en la Revista de Occidente y viendo cómo a ella se le trataba como a un ser extraño. No era bien recibido que ella opinara porque, bueno, allí era un conjunto de hombres los que hablaban. Por una parte tenemos esto. Por la otra tenemos, y hay que reconocerlo así, que Rosa Chacel tenía un carácter difícil. Yo creo que en su caso ese dogma clásico griego de «el carácter es destino» le condicionó, en el sentido de que ella tenía un carácter formado por una infancia en la que ella era hija única, muy querida y reconocida por sus padres. En fin, el hijo único típico, el síndrome de hijo único que se cree el rey de la creación porque está acostumbrado a serlo.

Cuando ella publica su autobiografía, Desde el amanecer, habla de su infancia hasta los 10 años. Cuando la leí por primera vez pensé, ¿por qué entonces ella acaba la autobiografía diciendo «a los 10 años yo ya estaba hecha»? ¿Cómo puedes decir que a los 10 años ya estás hecho si no conoces la amistad, el sexo, la ruptura con los padres, la independencia, la libertad? Pero, claro, escribiendo la biografía entendí: se queda en los 10 años porque en cuanto ella viene a Madrid con sus padres, se tiene que integrar en una escuela y en una familia más amplia con una abuela que la ve como una niña mimada consentida y que le dice «ahora te vas a enterar tú de tu posición dentro de la familia».

Entonces esto la convierte en una personalidad muy rígida. Y esto me ha hecho pensar mucho sobre hasta qué punto cualquiera de nosotros somos rígidos o somos adaptativos. Ser muy rígido y pensar que tú eres tú y que el mundo te debe algo y que te tiene que reconocer, bueno, tienes que ganártelo, no sé. Digo «carácter es destino» porque ese carácter ella no lo adapta y esto le da muchísimos sinsabores a la larga.

«Nuestra tarea pendiente es reescribir la historia en función de unos parámetros más amplios»

Como profesora de literatura española, ¿qué transformaciones has visto en la forma de presentar la obra de las escritoras? ¿En qué aspectos crees que aún queda por avanzar?

Cuando yo estudiaba, prácticamente solo estudiábamos a Santa Teresa, una presencia obligada, y a Emilia Pardo Bazán, y se la estudiaba, recuerdo, por un libro suyo, La cuestión palpitante, que es un ensayo sobre el naturalismo francés. Es decir, se la estudiaba como introductora del naturalismo en España, pero no como autora propia.

Claro, esto ha cambiado muchísimo. Aun así, no lo suficiente. Yo creo que ahora ya estamos en un punto en que no se trata de ir sumando escritoras, sino que el reto que tenemos es integrar las aportaciones de las escritoras o de las artistas en la historia del arte o de la literatura. Es decir, reescribirla en función de una foto más amplia.

En la Generación del 27, por poner un ejemplo, también estaba Ernestina de Champourcín, Rosa Chacel… y no se trata de añadirlas, sino de ponerlas a trabajar en el contexto que hasta ahora hemos entendido como Generación del 27.

Yo creo que nuestra tarea pendiente es reescribir o resignificar, como se diría en la posmodernidad, la historia en función de unos parámetros más amplios. Por ejemplo, esto se ve muy bien en el Romanticismo. Siempre estudiamos a Zorrilla, Espronceda, Bécquer… pero la verdadera aportación a la literatura romántica la hacen las escritoras, que son las que se creen los ideales de libertad. Entonces, tienes a Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Concepción Arenal, que ellas sí se creen que hay un movimiento de libertad que también es para ellas, y lo escriben así. El Romanticismo hay que reescribirlo de arriba abajo.

Muchas veces se habla de la «voz de la mujer», pero también de un canon que margina esas voces. ¿Cuál sería para ti una estrategia concreta para que el canon literario sea verdaderamente plural?

Bueno, te voy a poner un ejemplo, de los muchos que tengo, que tiene que ver con cuando publiqué la biografía de Concepción Arenal. Recuerdo que tenía que comprar un libro para regalarlo a un amigo. Voy a la Casa del Libro, en Barcelona y busco mi biografía sobre Concepción Arenal en el apartado de biografías de la sección de Historia, que es donde debería de estar, junto al resto de la colección Españoles Eminentes publicada por Taurus. Pero no está. Resulta que estaba en literatura de género. Es decir, que el resto de los tomos de Españoles Eminentes estaban todos juntos, y mi española eminente, para entendernos, porque era la primera que se publicaba en la colección, estaba en literatura de género. Se molestaron mucho cuando protesté. No lo entendieron. Decían que era una mujer, así que tenía que estar con las mujeres. Pero no, tiene que estar o en Historia o en Filosofía, porque ella ha jugado aquí, en este campo.

Esa mentalidad existe todavía en los libros de texto. El canon será plural el día que podamos explicar la Generación del 27 o del 98 integrando a sus autoras, no dedicándoles un apartado aparte. Esto es algo laborioso, es difícil, intelectualmente es un desafío, pero es hacia donde hay que ir. Si no, vamos a seguir siendo un añadido.

«El extirparle el logos a la mujer ha hecho que esta creciera históricamente como un ser precario»

Como alguien que ha trabajado con la biografía histórica (como la mencionada de Concepción Arenal) y con la literatura contemporánea, ¿qué conexiones encuentras entre las dificultades de ayer y las que hoy afrontan las escritoras?

Yo diría que tenemos en común la genealogía, es decir, de dónde venimos. Diría que desde el punto de vista filosófico la mujer viene de una precariedad metafísica, por decirlo así. La misoginia de la que hablábamos en la mesa del Festival de las Ideas lo que hacía era impugnar el ser de la mujer: tú, como mujer, dedícate a lo tuyo, tú eres naturaleza, el logos es masculino.

Entonces, el extirparle el logos a la mujer ha hecho que la mujer creciera históricamente como un ser precario. Toda la literatura misógina lo que hace es impugnar el ser de la mujer, porque es la manera más sencilla de afirmar la supremacía masculina. La habitación es mía, tú podrás estar, pero la habitación es mía. ¿Puedes votar? No. ¿Puedes ir a la universidad? No. ¿Puedes ir a hablar? No, no puedes, pero bueno, si quieres estar, puedes estar.

Esta precariedad, digamos, metafísica u ontológica que ha sufrido la mujer, para mí explica que la literatura contemporánea femenina esté obsesionada con la identidad. Porque claro, ahora las autoras tienen que recorrer a pasos muy rápidos una precariedad que les viene de lejos

Por otro lado, en el pasado no había referentes femeninos. Miras atrás y ¿cuál es mi modelo? Los hombres han querido ser Mark Twain, Genghis Khan, Emerson o, no sé, Napoleón. Las mujeres, ¿a quién teníamos? ¿A Teresa de Jesús? Hombre tampoco, la podemos admirar, pero no queremos eso para nosotras, ¿no?

«Creo que toda mujer que escribe ahora tiene un espacio en el mundo editorial»

En estos años de activismo cultural, ¿has percibido cambios en el mundo editorial o académico que favorezcan una mayor presencia de autoras y perspectivas distintas?

El mundo editorial ha cambiado. Ahora hay una presencia femenina espectacular y creo que toda mujer que escribe ahora tiene un espacio en el mundo editorial. Lo que cambió todo, para mí, y esta es una opinión muy personal, fue que las mujeres, de pronto, empezaron a leer sistemáticamente a las mujeres.

Las mujeres empezaron a consumir literatura escrita por mujeres. ¿Por qué? Por esa falta de referentes de la que hablábamos. Todas hemos necesitado mirarnos en el espejo, pero antes no había espejos.

También han cambiado los criterios de qué es lo que se quiere leer, y las editoriales evidentemente son sensibles a estos cambios. Ahora no pueden ofender a las lectoras porque es un mercado importantísimo. En la medida en que las mujeres asaltan la literatura, empiezan también a marcar sus propios patrones de gusto. Los gustos cambian, las editoriales también.

Entonces es un poco como un bucle, ¿no? Y puede ser un bucle pernicioso en el sentido de: como las mujeres quieren esto yo, les voy a dar esto porque es lo que les gusta. No, no, por ahí no vamos bien. La creatividad tiene que ser insolente y tiene que ponernos contra las cuerdas.

Me parece que este asalto de las mujeres al mundo de la lectura me ha hecho pensar mucho sobre el gran poder que tenemos los consumidores. No somos conscientes del poder que tenemos. Podríamos decir perfectamente que esto no lo compramos y, entonces, todo se hunde.

Las mujeres hemos sido capaces de cambiar las reglas del mercado simplemente funcionando como consumidoras. Entonces esto te da optimismo. Podemos hacerlo. Podemos hacerlo.

¿Qué valor tienen para ti encuentros como el Festival de las Ideas para abrir conversaciones y generar oportunidades para las escritoras y creadoras?

Voy a responder con un tópico, pero en un mundo tan polarizado, con una política que nos da tan pocas lecciones de ejemplaridad pública, todo lo que sea promover el debate, el conocimiento, el contraste de pareceres… es fundamental. Esto se tendría que hacer en todos los pueblos y en todas las ciudades de España. Solo el espíritu crítico puede ayudarnos a enfrentar todo lo que se nos viene encima.


Juan Ángel Asensio-ethic




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