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Veneno: las creadoras de Ángeles
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Veneno: las creadoras de Ángeles
  15/4/2024



C anción para dormir a hombres violentos, injustos, abusadores, sin alma, pero con cuerpo y fuerza suficientes para imponer sus golpes, su desprecio, su tiranía. 

Cinco mujeres del pueblo de Nagyrév (Hungría), las creadoras de ángeles, que entre 1914 y 1929 envenenaron a un número indeterminado de personas (se habla de entre 45 a 300 personas) para liberarse de represiones, para que dejaran de sufrir otros, para quedarse con las propiedades, para desenredarse de incómodas relaciones perjudiciales, que ahora llamaríamos tóxicas. 
 Fernando Gómez, escritor de varias novelas, con varios premios en su haber, es el autor de este drama que recoge la historia de estos sucesos para darles humanidad, para hablar de insatisfacciones, para contarnos que, lo que parece un argumento de terror o una pesadilla imaginativa, realmente sucedió. Él dota a los personajes de cuerpo y alma, de deseos, de frustraciones, de efecto dramático, que espero ver próximamente en los escenarios. 
 Ha editado el texto, Los libros del Mississippi, con una encomiable labor de servicio público, pues todos sabemos que publicar hoy en día teatro, en este país, aún es más complicado (por el escaso número de lectores) que hacerlo con la poesía o los ensayos.  

Sin embargo, “el teatro también se lee”. Avalado con el prólogo del actor Eloy Arenas, y con la experiencia de haberse “dramatizado” ya el texto en formato radiofónico, con cinco actrices asumiendo el difícil papel de encarnar a estas “damas asesinas”, la acción se desarrolla en cuatro actos, dándonos a conocer los motivos y argumentos que las llevaron a su drástico remedio. 
Ya no quieren esconderse tras las paredes de sus viviendas para ocultar sus penosas existencias, sienten también el amor, el deseo, la ilusión, la esperanza de tener una vida que no sea solamente miseria, escarnio, infortunio. 
 
Veneno
Que nadie se atreva ya a ponernos una mano encima,
sacaremos a orear nuestras sonrisas
y limpiaremos el polvo gris de los muebles sin nuestras lágrimas,
no temeremos la soledad
ni los remordimientos podrán con nosotras. 
 
De cada golpe o desprecio
haremos crecer una flor de la tierra del camposanto, 
nuestra no será la desolación y la derrota. 
 
No hacemos nada malo,
solo evitamos males mayores. 
 
Nadie podrá juzgarnos
porque no puede haber castigo
para un acto de condescendencia.
 
Todo está aquí, 
en nuestros corazones, 
nos sustentamos en el amor, y no en el odio, 
en la piedad, no en la venganza, 
en la paz, no en la guerra, que solo trae sinsabores. 
 
No es el Veneno que administramos,
es la mala sangre de quien quiere apagar nuestra luminosidad y nuestra alegría.
 La muerte también libera. 

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