Dijous, 28 de març de 2024



Castellano  


La violencia de género en el arte
acec14/12/2018



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Cuando  era chica, uno de los primeros libros que cayó en mis manos fue el Diccionario de la mitología de Aguilar con tapas de cuero, papel biblia y dibujos a tinta. Para mi sorpresa y horror los dioses griegos (de género masculino) y muchos hombres se dedicaban a violar, a raptar y a engañar a las mujeres bellas y jóvenes, estuvieran o no casadas.


El rapto de las Sabinas, el de Proserpina, el de Perséfone, el de Europa eran historias de violencia que luego grandes pintores: Rubens, Tiziano, Durero, Rembrandt, o Goya transformaron en arte. Una niña asombrada de diez años se enfrentó, por primera vez, al espectáculo del deseo violento machista contra las mujeres.


Hace pocos días, en Pompeya, se descubrió un antiguo fresco de uno de esos raptos más fascinantes: el de Leda y el cisne. Júpiter convertido en cisne violaba a la bella Leda ya casada. Los escritores y poetas también fueron seducidos por este acoplamiento brutal y Rubén Darío le dedicó varios versos. Todos se complacen en el placer masculino. Yo, que en el año 2005 escribí un ensayo sobre la violencia de género en el arte, solo encontré un poema brevísimo de Sylvia Plath. El único que no habla del goce del macho sino del temor y el dolor de Leda es el de una mujer.


Era bello el rostro en el estanque//pero no era el mío.//Con su mirada altiva//como todo en él//y yo sólo veía peligros.//Palomas, palabras, estrellas y lluvias de oro.//Concepciones, concepciones.//Recuerdo el ala blanca y fría//y el gran cisne de terrible figura//cayendo sobre mí//como un castillo//desde el alto del río.

El arte y la vida son diferentes. Pero a veces la vida copia al arte (Oscar Wilde). Estoy segura de que la mayoría de los hombres violentos no leyeron a Rubén Darío ni vieron ninguna de las representaciones pictóricas del mito de Leda y el cisne, pero también de que el mito omitió la perspectiva de la víctima. Tan segura como de que los acoplamientos bestiales forman parte del imaginario de los sexos. Pero una cosa es la fantasía y otra la realidad. Quizás la que supo ilustrarlo de manera más audaz fue la extraordinaria Marlene Dietrich con su eterna sugestión de mujer fatal y a la vez andrógina, que cierta noche, en una de las más lujosas fiestas de Hollywood, se presentó disfrazada de cisne. Las alas blancas y el pico fálico del cisne se habían unido para siempre en la belleza femenina.

 

Cristina Peri Rossi
El Mundo



   
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