Jueves, 28 de marzo de  2024



Català  


La Editorial Comanegra da el salto a la narrativa catalana actual.
acec15/2/2018



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Asentada tras cumplir una década, editorial Comanegra, hasta ahora centrada en la no ficción o novelas antiguas, decide saltar a la arena de la narrativa catalana contemporánea. “La edición literaria en catalán necesita un revulsivo: no nos interesa traducir a los Nobel o a los grandes premios internacionales sino que vamos a coger a la gente que escribe bien aquí en catalán y vamos a publicarla porque muchos no encuentran hoy dónde hacerlo, es gente que busca, más que dinero, un editor que cuide y trabaje sus originales y ahí creemos haber detectado un hueco”, delimita con su ya clásica contundencia de ideas y palabras el editor y fundador del sello, Joan Sala.

Esa salida había de tener, además, una puesta en escena acorde con la casa, marcada por el buen hacer gráfico, ideas singulares y Barcelona como telón de fondo. Y así ha sido porque el debut lo conforman la friolera de siete novelas, piezas que componen un juego literario propuesto por la propia editorial: todas debían estar ambientadas en Barcelona en fechas clave de la ciudad entre 1818 y 2018, doscientos años que debían ser cruzados por la vida de un personaje transversal a todas ellas y también rendir un homenaje tácito al Frankenstein de Mary Shelley, obra que cumple su bicentenario. El guante lo han recogido Ada Castells, Susanna Rafart, Julià de Jòdar, Jordi Coca, Núria Cadenes, Mar Bosch y Miquel de Palol.

Francesc Castany, que aparece con ese nombre sólo en la primera y última entregas, atraviesa las siete novelas “siempre reconocible, a pesar de llamarse diferente y como autor de un libro, El nuevo Prometeo”, desliza como una de las escasas pistas sobre el proyecto el editor Jordi Puig, padre de la idea junto a la también editora Alba Cayón, en un proyecto que han dirigido el propi Puig y el filólogo Francesco Ardolino y donde “Frankenstein lo impregna todo”, ya sea a partir de monstruos físicos o espirituales. Para Ardolino, el friso final será “una especie de la gran novela de Barcelona, que en el siglo XXI ha de ser polifónica o no será”.

El proyecto, bautizado Matar el monstre (las dos T sirven de logotipo de la serie, en una apuesta gráfica más que incluye imágenes partidas en portada) y que recrea la idea de los canovacci de la Commedia dell’Arte (guiones esquemáticos a partir de los cuales los actores improvisaban libremente), se planificó repartiendo autores y años “según experiencias personales e intuyendo qué podía gustar y dónde se podría sentir más cómodo cada autor conociendo su trayectoria”, revela Puig. Bajo esa premisa, arranca Castells con La primavera pendent, ambientada en el año 1818 (el de la publicación de la mítica novela de Shelley) y con la boda de la hija de un patrón de una fábrica de indianos con un misterioso joven, Francesc Castany. “El papel de esa mujer que debe cambiar su rol social es uno de los pilares de la novela”, dice su autora, que reflejó un sentir generalizado: no le incomodó el escribir con algunas cartas marcadas.

Rafart (7 de marzo) tomará el relevo con La fugida d’Urània, en la que en la Barcelona de la Exposición Universal de 1888 ambienta la historia de un fotógrafo “experto en miradas, pero que, obnubilado con la Exposición, no entenderá qué está pasando: se da una revolución social que no ve”.

De Jòdar, desafiado por la iniciativa y por interpretar en ese personaje transversal a “un falso liberador que puede acabar trayendo el totalitarismo”, basa su propuesta (Els vulnerables, también en marzo) en un personaje tétrico, Frank Goldstein, que experimenta con trabajadores pobres para alcanzar “el Superhombre Metalúrgico”. La Barcelona de la Exposición Internacional de 1929 (que enlaza cronológicamente con su trilogía novelística anterior, L’atzar i les ombres) es, también, la de las barracas de Can Tunis, escenario de una persecución final.

El personaje misterioso tiene un papel más secundario en Els ulls dels homes mentiders (17 de mayo), de Coca, que ha impregnado la novela de los hálitos del Mayo del 68 y de algunas pequeñas experiencias personales, a partir de tres ejes superpuestos, algo muy querido al autor de La japonesa: el político, desde un estudiante universitario en el tardofranquismo; el de un incesto y el cultural, “a partir de gente que hacía cosas en castellano en Cataluña en esos años” o del arte emergente en el París de 1969, “fruto resacoso de la derrota que, en el fondo, fue el Mayo del 68”, asegura Coca.

Si bien los autores no se leyeron entre sí, hay felices concomitancias, como el hilo del mundo textil entre las obras de Castells y Jòdar o la ciudad de París, donde acaba la novela de Núria Cadenes (Secundaris), aunque sus coordenadas son Can Tunis, el Hospital Clínic, Wad Ras o el aluminósico Turó de la Peira: “Soy de allí, en casa lo sufrimos… Mi idea era mostrar la antítesis de la Barcelona de 1992, una otra cara que también existía… y existe”. Esa entrega saldrá conjuntamente con la de Mar Bosch, Vindràs amb mi després del diluvi, tercer libro de la joven autora gerundense y en el que sí aparece físicamente un monstruo en esa Barcelona del Fòrum de les Cultures. “Son dos hermanos que sobreviven tras un diluvio personal: mantiene un punto de realismo mágico subterráneo, por lo que igual sigue esa etiqueta que me han puesto de ‘Pere Calders contenida’, que no me desagrada en absoluto”.

Palol, con Angèlica i Rafel (en diciembre), es quien lo tenía más difícil por partida doble: era el último, por lo que “el personaje me ha llegado ya muy vapuleado”, y porque la ambienta en la Barcelona de hoy. “He dejado la situación política ambigua y ahí he pergeñado una historia de espionaje perfecta para afrontar el pulso verdad y mentira a partir de un filósofo que refleja la relativización de los valores hasta la nada”.

“Que Julià de Jòdar se planteara dejar de escribir dice muchas cosas y que lo hayamos podido repescar, espero que también”, dice Sala, como ejemplo de la nueva aventura en la que se embarca Comanegra, que en el caso de Matar el monstre, por el hilo conductor del escenario de Barcelona, contará con la coedición de Publicaciones del Ayuntamiento. “Soy consciente como editor que la narrativa es un campo de minas”, confiesa Sala, que, eso sí, se pertrecha para la ocasión: no publicará más de ocho títulos al año “que irán en detrimento de los de ensayo: nos sentimos cómodos controlando unos 60 libros por temporada”. Su última mina narrativa del año será una novela de Núria Perpinyà.

Carles Geli
Artículo publicado el el diario El País



   
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