Jueves, 28 de marzo de  2024



Català  


No hay en este país un escritor que no haya soñado con publicar en Anagrama.
acec8/7/2018



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El tiempo envejece deprisa pero algunos libros no se estropean.


No hay en este país un escritor que no haya soñado con publicar en Anagrama. Existen otras editoriales de calidad, es cierto, pero las que tienen su misma antigüedad han perdido la independencia y las que son independientes no han alcanzado su prestigio. Ahora el mítico sello barcelonés pertenece a Feltrinelli y, aunque nadie sabe qué ocurrirá en el futuro, no parece que las cosas vayan a cambiar demasiado: el grupo italiano ha demostrado en numerosas ocasiones su enorme respecto hacia la literatura, las editoras Silvia Sesé e Isabel Obiols son un sello de garantía, la larga sombra de Jorge Herralde sigue cubriéndolo todo. Anagrama continuará siendo el sueño húmedo de los escritores jóvenes... y, no nos engañemos, también, de otros más viejos.


Antonio Tabucchi dejó escrito aquello de «el tiempo envejece deprisa» y el jueves pasado, durante la clausura del XXIII Máster de Edición de la Universitat Pompeu Fabra, Javier Aparicio Maydeu añadió eso de «pero el talento nunca desaparece». Lo dijo mirando a Herralde, para quien había organizado un homenaje en el auditorio de la calle Balmes y a quien Carlo Feltrinelli había enviado una carta -a última hora, el italiano tuvo que excusar su presencia por motivos familiares- en la que definía a su amigo como un «gigante de la cultura europea». El auditorio aplaudió lo que era una verdad evidente y volvió a hacerlo cuando Carlota Torrents invitó a Lali Gubern a subir al escenario para tomar asiento junto a su marido.El público estaba compuesto por grandes nombres de la edición española (Silvia Querini, Pilar Beltran, Claudio López de Lamadrid, Juan Cerezo...), por agentes literarios (María Lynch, Gloria Gutiérrez, Silvia Bastos, Anna Soler-Pont...), por escritores tanto de la casa como de otros sellos (Rodrigo Fresán, Tina Vallés, Use Lahoz, Anna Ballbona, Albert Forns...) y por periodistas de primer orden (Josep Massot, Carles Geli, Xavi Ayén, Bernat Puigtobella...). Pero el grueso de la platea lo componía esos «alevines de la edición» (estudiantes del Máster) que lanzaron preguntas al más veterano de los editores, una de las cuales merece un hueco en este Toque de Queda: «¿Qué se siente al haber conseguido que su apellido sea incluso más importante que el nombre de su editorial?'». Herralde no terminó de contestar de una forma clara, no se sabe si por modestia o por no haber entendido al muchacho, pero tampoco hizo falta que lo hiciera. Porque la mera presencia de tantos personajes ilustres en el auditorio de la UPF ya era toda una respuesta.


Estamos cerca del fin de una época. Lo insinuó el mismísimo homenajeado al mencionar a cinco de sus mejores amigos no por orden de aparición en su vida, sino de desaparición en ésta: Carmen Martín Gaite, Roberto Bolaño, Rafael Chirbes, Ricardo Piglia y Sergio Pitol. Pero después recomendó a los estudiantes que, para sobrevivir en el mundillo de la edición, visitaran primero una «armería». Y, cuando el auditorio estalló en carcajadas, todos supimos que quedaba editor para rato.

 

Álvaro Colomer



   
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