Lunes, 9 de diciembre de  2024



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Antonio Rabinad, un escritor importante por descubrir
26/5/2010



La mesa redonda se celebró en el Col·legi de Periodistes de Catalunya (Foto:Carme Esteve)
 
Carme Riera, Màxim Pérez, Jordi Gracia, Enrique Turpin y Fernando Valls fueron los ponentes que, el pasado 25 de mayo, participaron en la mesa redonda que la ACEC organizó en el Col·legi de Periodistes de Catalunya para rendir un homenaje al escritor y guionista Antonio Rabinad  (1927 – 2009), Socio de Honor de la entidad. Los cinco coincidieron en destacar la importancia del autor en la literatura de la segunda mitad del siglo XX y revindicaron el reconocimiento que se merece y nunca ha tenido.

La escritora Carme Riera glosó su trayectoria profesional y personal y los rasgos más característicos de Rabinad, “un lector compulsivo a quien los libros le liberaron del pánico de la guerra”. De este modo, con la lectura como “tabla de salvación”, el escritor tuvo que trabajar desde muy joven y después se dedicó a vender libros y también a escribirlos. Y era un “extraordinario narrador”, aunque, según Riera, “su nombre no aparece entre los autores de la Generación de los 50”. La intervención de Carme Riera, que habló también de la sombra del padre muerto y los horrores de la posguerra como temas recurrentes en su obra, acabó diciendo: “Con la muerte de Rabinad desparece un gran novelista, pero yo creo que al menos no la esperanza de que algún día sea reconocido como tal. Él se lo merece y los lectores también”.

“¿Qué pensaría Antonio si nos viera ahora? ¿Vendría? No lo sé”. De esta manera inició su ponencia Màxim Pérez, que explicó cómo conoció al autor y la relación que estableció con él, así como la importancia de su obra y la temática de sus libros. “Creo que es un gran escritor, puede que uno de los más importantes de la segunda mitad del siglo XX y también de los menos conocidos”, dijo Pérez, que describió su voz como “propia, que busca lo esencial” y aseguró que “renunció a pertenecer a cualquier generación porque iba por libre”. El ponente lamentó que la muerte de Rabinad arrebató no sólo lo que era sino lo que podía haber sido, ya que “cuántas novelas hubiese escrito si hubiera vivido 102 años? Y qué placer sería leerlas”.

Jordi Gracia destacó sobre todo la distancia que Antonio Rabinad tomó con la literatura, una distancia con toda intención, ya que “él sabía que el precio de la integración a la cultura literaria contemporánea podría estar demasiado cerca de la vanidad, de la adulación, del teatro de máscaras del autoelogio, etc.”. Así, gran parte de la responsabilidad de este silencio en torno a la obra de Rabinad, según Gracia, “no es culpa de los lectores, de los editores o de los críticos, sino en gran medida es responsabilidad de un vocacional autodestructivo que podía ser Antonio”. Gracia lo ejemplarizó con el hecho de que “cuando Rabinad decide abordar de manera directa y contundente la literatura memorialística lo hace con un título como El hombre indigno, cuando si alguien no era un hombre indigno ése era Antonio Rabinad”. Para Jordi Gracia, esta era una manera de decir “no estoy en el sistema y no quiero estar”.

“Rabinad era una buena persona”, afirmó Enrique Turpin. “Creo que conocía muy bien al ser humano y su vileza y por eso se declaraba un hombre indigno”. Turpin resaltó el secretismo de su obra y su “importancia poco reconocida en la generación de la cartografía de Barcelona”. A partir de aquí, la intervención giró en torno a la escritura cinematográfica del autor y su relación de amistad y profesional con el director Vicente Aranda. “Él concibe la escritura como artilugio visual, de aquí esa desnudez en sus novelas”. También insistió en el hecho de que “fue el escritor secreto de su generación” y añadió, haciendo referencia a una de sus novelas, que “siempre fue un niño asombrado” por la época que le tocó vivir. Turpin concretó esta faceta de guionista con el proceso de creación y adaptación al cine de Libertarias, y acabó diciendo: “todavía queda mucho de Rabinad por descubrir, a pesar de que muchos de nosotros tuvimos la suerte de que nos explicara algunos de sus secretos de primera mano”.

La última intervención, la de Fernando Valls, se centró en su primera novela, Los contactos furtivos, publicada en 1956. Un libro de barrio que transcurre en el Clot y que, según Valls, a pesar de tener muchos errores, sobre todo de lenguaje, ya Masoliver, en la crítica que hizo entonces, se dio cuenta de que detrás de la obra había un escritor importante. Valls puntualizó que “se trata de una novela que quiere llamar la atención sobre la pasividad del ser humano –una constante en su obra– , sobre la dificultad de actuar” y recordó una de las frases de Rabinad, marcado por la guerra y la posguerra: “todos llevamos el espanto de la guerra metido en la sangre”. Finalmente, el crítico literario reivindicó una monografía extensa y cuidada sobre Rabinad, “para que su obra ocupe el lugar que se merece”.








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