Jueves, 18 de abril de  2024



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"No sé si soy Antonio Vera soñando que soy Lou Carrigan o si soy Lou Carrigan soñando que soy Antonio Vera"
4/9/2013



(Foto: Ediciones Glénat)
 

¿Cuál es su nombre?
Antonio Vera Ramírez. Pero como decía el filósofo chino, no sé si soy Antonio Vera soñando que soy Lou Carrigan o si soy Lou Carrigan soñando que soy Antonio Vera. 

¿De dónde saca el conocimiento de la mentalidad de las mujeres y de sus reacciones que tan bien parece conocer?
No se trata de que conozca bien a las mujeres: se trata de que conozco la naturaleza humana, no de ahora y sólo a base de edad y experiencia, sino desde muy jovencito y gracias a una intuición que me ha sido muy útil en todos los aspectos de la vida. 

Todos los genios –bueno, casi todos– han tenido una infancia con problemas. ¿Cómo fue su infancia?
Problemática, aunque no dramática. Problemática, pero didáctica. Problemática, soñadora, cándida, breve y llena de recuerdos imborrables cuyo poso, o cuya proyección, me han ayudado a escribir y sobre todo a pensar. No creo ser lo que entendemos habitualmente por un genio; pero tampoco soy precisamente corriente. 

Sin referirnos a la literatura más seria –aunque sabemos que ha obtenido distinciones y premios literarios– y centrándonos en la novela popular, ¿qué género cultiva?
Todos. 

¿Cuál de ellos prefiere?
Si me viera en la necesidad inevitable de elegir me quedaría con el policíaco, pero en una línea desenfadada y con trasfondo psicológico, no en plan de investigación clásica. Todos somos capaces de matar y a mí me interesa más averiguar qué nos impulsa a matar que averiguar dónde estábamos a la hora del crimen o cuándo vimos por última vez a la víctima. 

¿Cómo le nació su afición a escribir?
No me nació. Forma parte de mí. 

¿Cúando empezó a escribir profesionalmente?
A los 27 años. Ya hacía varios años que en mis ratos libres escribía novelas del Oeste y del F.B.I.. Un día me llegó una carta de Editorial Rollán ofreciéndome un contrato en exclusiva y comprometiéndose a absorber toda mi producción. Pedí la excedencia en Banesto, donde trabajaba entonces. Me la negaron, así que me despedí y me puse a escribir. Tenía que elegir y eso hice. No fue nada complicado. Y no me he arrepentido nunca. Yo no sería yo si no hubiera creado a Lou Carrigan. (Un añadido para aclarar una confusión que últimamente se está extendiendo: Lou Carrigan NO ES también Walter Carrigan; éste es otro autor con el que la casualidad y nada más los hizo coincidir en la elección del seudónimo. Estos dos autores ni siquiera se conocen personalmente.)

Después de José Mallorquí y en menor medida de Pedro Debrigode, no había habido un escritor de novela popular que arrastrase al público. ¿Se cree heredero de ellos?
No he heredado nada de nadie y no sé si arrastro al público, aunque he recibido muchas cartas de admiradores de España y de toda América. También sé que en los balances de Editorial Rollán y en los listados de Editorial Bruguera siempre estaba en la cabecera de ventas, sobre todo en los temas de espionaje y policíaco. Esto aparte, no ha habido nadie como Mallorquí y lo sé muy bien, pues lo he leído y admirado siempre. 

Creo que he leído el 90% de sus obras, y, contrariamente a otros autores, no se repite. Sus temas y argumentos son siempre nuevos. ¿De dónde saca la inspiración?
Simplemente, se me ocurren ideas, y acto seguido simplemente las desarrollo, las documento y las escribo. Y cuando digo simplemente quiero decir simplemente, sin ningún esfuerzo ni angustias creativas. Lo paso divinamente escribiendo una novela, lo mismo si es una aventura corta del Oeste que si se trata de obras de más nivel literario y mayor extensión. PARA SIEMPRE EL PARAÍSO, por ejemplo, tiene más de 1.000.000 de espacios, un alto nivel técnico y literario, y la escribí tan sencillamente como cualquier otra. Me llevó más tiempo, eso es todo. Mis partos son no sólo indoloros, sino fáciles y felices. 

Usted ha colaborado con muchas editoriales. ¿Cuáles han sido sus relaciones con ellas?
Excelentes, en general. No soy persona conflictiva en ningún sentido, y los editores tampoco suelen serlo. Hay algunos granujas, pero no porque sean editores: esas personas serían granujas en cualquier actividad.

De todos los personajes que ha creado en sus novelas, ¿cuál es su preferido?
Brigitte, sin duda alguna. He estado casi veinticinco años escribiendo sus aventuras. Muchas veces me he sorprendido a mí mismo pensando en tomar el avión a Nueva York para ir a hacerle una visita. Número Uno, el hombre que ella ama, es también uno de mis preferidos: es el hombre serio y fuerte, sobrio y eficaz que Brigitte necesitaba para ser feliz, de modo que se lo inventé. Amo a Brigitte. Y estoy buscando una editorial que se decida a publicar la serie completa de sus emocionantes aventuras. 

¿Ningún tejano?
No. He creado tantos personajes tejanos que ni los recuerdo ni sería justo distinguir a uno de ellos.

¿Cuántas veces ha viajado a Tejas?
Ninguna. 

No siendo americano ni habiendo viajado a Tejas, ¿de dónde saca el conocimiento de que hace gala en sus novelas?
De libros, de mapas, de la historia. Cualquiera puede conseguir esa información, del mismo modo que cualquiera puede adquirir información sobre Carlomagno o Ramsés II y de la historia en general. 

¿Le gustaría haber sido un Texas Ranger?
Por supuesto. Y también me gustaría ser o haber sido Marco Polo, o el primero en alcanzar la cumbre del Everest, o un guerrero vikingo, o explorador en África, o investigador científico, o un gran cirujano, o trapecista..., incluso me gustaría ser obispo. Todo enseña, todo perfila la personalidad y el espíritu. Como sea, ahora soy Lou Carrigan, que también es una buena e interesante experiencia vital, emocional y espiritual. 

¿Cómo se dice: Tejas o Texas?
En castellano, Tejas. 

A su juicio, ¿cómo se valora en la actualidad la novela popular?
Se valora con cierta malicia y generalmente sin conocimiento real del tema. 

¿A qué cree que es debido esto?
En primer lugar, porque la mayoría de las novelas populares a las que usted se refiere, no están cuidadas, los mismos autores se dan de menos por escribirlas, incluso ocultan que las escriben y no ponen en ellas interés profesional y mucho menos amor, sólo piensan en el dinero que les van a dar por ellas y en terminarlas cuanto antes, aunque sea de cualquier manera. Claro, eso lo hacen los malos autores, los que en una época de grandes ventas en España y en América han contribuido con su obra nefastamente prolífica a desprestigiar el género y las modestas colecciones en las que no han tenido más remedio que escribir los buenos autores, pues no había otras. Entonces, resulta que los malos autores y los buenos autores están en el mismo saco y por tanto los juzgan a todos igual; y pierden los buenos, que son menos que los malos. No todos tienen el criterio tan afinado como usted, no todos juzgan por sí mismos y conociendo lo que juzgan y separando el grano de la paja. Además, los editores no quieren publicar a los autores nacionales, no suelen conceder oportunidades, prefieren traducir a los extranjeros cuyo nombre ya es conocido. Dicho de otro modo: aquí no sembramos, preferimos comprar el trigo cultivado en el extranjero. 

¿Se considera usted una excepción en ese contexto?
Sí. Creo que yo ‑y unos pocos más‑ merecemos mejor trato del que nos han dispensado y nos están dispensando los editores. En mi caso, por ejemplo, además de la serie de Brigitte, que en Estados Unidos ya me habría hecho multimillonario, tengo la serie LOS JURAMENTADOS, de extensión media, realmente excepcional y de tema inédito en el mercado; pues bien, no consigo encontrar editor para ella, y mientras tanto se publican unas traducciones de novelas norteamericanas que, dicho sinceramente y de un modo simple y coloquial, dan pena. Si me permite que novelemos un poco esta respuesta, le diré que en mi caso podemos decir que soy un pura sangre que ha sido uncido a un carro, mientras que muchos caballos percherones han sido llevados al hipódromo a hacer carreras. Es ridículo y grotesco. Y hasta gracioso. 

Por último, ¿cuáles son sus proyectos actuales?
Los de siempre, los de toda mi vida: escribir novelas. Estoy en la edad de crear lo mejor de mi producción. Y a eso voy.



   
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