Jueves, 28 de marzo de  2024



Català  


Muere Carles Miralles, catedrático de filología griega, ensayista y poeta
Griselda Oliver i Alabau (El Núvol)30/1/2015



(Foto:cm)
 

Carles Miralles creció en la universidad. Primero como estudiante, después como profesor y como catedrático de filología griega —e,  incluso, como vicerrector—. De hecho, tal como escriben en la obra de homenaje otros profesores, compañeros y discípulos suyos, Som per mirar (Ediciones UB, 2014), la pasión de Carles Miralles se podría resumir así: “de épocas, la arcaica y clásica del mundo griego, y la contemporánea catalana; de lenguas, igualmente dos, el griego antiguo y el catalán, y de géneros, sobre todo uno: la poesía, también en la creación personal” (pág. 9). Todo esto hace que Miralles haya sido un gran conocedor de la poesía griega arcaica y clásica, sobre todo de la épica, la lírica y la tragedia, pero también un estudioso de poetas catalanes tan importantes como Carles Riva, J.V. Foix y Espriu, sobre los cuales también ha escrito ensayos literarios.

Paralelamente a la actividad universitaria, Miralles era miembro numerario del Institut de Estudis Catalans desde 1991, donde ocupó durante  cierto tiempo (1998-2002) el cargo de secretario general del Institut. También fue el primer presidente de la Societat d'Estudis Clàssics.

Su primera obra poética fue La terrra humida (1965), con la cual ganó el premio Amadeu Oller, seguida de On m'he fet home (1967). Con el tiempo, fueron saliente a la luz otras obras, como La ma de l'arquer (1991), con la que ganó el premio Nacional de Poesía.

En el ámbito de la filología griega, Carles Miralles destacó por su profundo conocimiento de la lírica antigua y de la literatura griega clásica. Ha traducido al catalán obras de Herodes, Jenofonte de Efes, Platón e incluso autores más modernos, como Iorgos Seferis. También escribió varios estudios literarios sobre épica, tragedia y lírica, pero también sobre Riba y Espriu.

Carles Miralles ha sido profesor de muchos profesores y de muchos filólogos. Por ejemplo, de Carles Garriga, que lo recuerda: “Carles Miralles fue profesor mío, y después amigo. Ahora nos ha dejado tranquilo y sin que hubiera olvidado el espíritu de combate que lo acompañó toda la vida. Su obra, como estudioso de la literatura y como creador, no desmiente su manera de ser como persona: reflexiva y apasionada, cariñosa y geniudo, siempre encontrando el último refugio en las palabras y en la lengua, en la belleza y en la bondad del mundo, que él se complacía a explicar a quien lo escuchaba o leía.”

Garriga también elogia la tarea que llevó a cabo. “Su trabajo de filólogo continúa  vivo, citado o leído por quien quiere aprender el oficio; mientras haya estudiosos tendrá sus lectores. Pero aquí conviene recordar también otra obra suya que no está dirigida a los profesionales: la poesía que escribió y los ensayos sobre aspectos de la vida cultural. Los lectores de buena fe, los que creen que leyendo aprendemos y que así también se conoce el pensamiento más auténtico del autor, harán bien de releer sus escritos, siempre honestos y sabios: encontrarán a un hombre bueno, que era feliz enseñando y saldrán más civiles y más libres.”

Yo también tengo un buen recuerdo de él, puesto que tuve el honor de tenerlo como profesor y traduje una tragedia con él, Èdip a Colonos, de Sòfocles. Traducir una tragedia griega es todo un reto. Pero Carles Miralles hacía que pareciera muy sencillo, no sólo porque te acompañaba durante la traducción, sino porque te la hacía vivir. Nos enseñaba con una pasión brillante. Recuerdo que la clase tenía un aire distendido —era muy agradable— pero rigurosamente académico: nos enseñó a traducir, pero también a entender lo que estábamos traduciendo. Era pura vocación.

Carles Miralles en el archivo audiovisual de poetas



   
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